Probar y comprobar en los textos y las lecturas: la imaginación histórica de las representaciones sociales de Roger Chartier.
Chartier, Roger, El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 1992.[reporte de lectura comentado]David Díaz Villanueva
Sin duda acierta Roger Chartier en centrar su análisis histórico en la “esfera de critica progresiva” contra el Antiguo Régimen. Esto lo hace a través de un conjunto de prácticas culturales cuyos rasgos están muy definidos: la producción de textos y la circulación de los mismos. Deja claro el autor, que en principio los textos del siglo XVI al siglo XVIII fueron un instrumento de conocimiento del que solamente unos cuantos podían participar no exclusivamente en su producción, sino de también de su consumo. Una esfera de lo privado, gobernaba la manera de manipular y utilizar al texto escrito durante las sociedades a las que se enfoca Chartier.
Lo interesante del método de este autor, o de esta propuesta de análisis histórico es el objeto observable, evidentemente se trata la historia de una reformulación social pertinente en su tiempo, sobre el mundo de la lectura y su resignificación por medio de las representaciones sociales, para no solamente comprender el momento histórico donde se producían las obras textuales, sino además, para considerar que el mundo social esta constituido por pensamiento, y que el pensamiento es punto de partida, para enmarcar aquello que una sociedad pueda interpretar para sí como la realidad.
Principios de inteligibilidad e imaginarios en la historia.
Las formas de inteligibilidad de la historia que propone Roger Chartier, en ningún momento renuncian a la relación específica de la propia historia con la “verdad”. De hecho como toda historia, la historia de el mundo como representación es en sí una reconstitución de lo que algún día fue. La realización de la verdad, por parte de la historia, proviene de una distancia fundamental que el conocimiento histórico marcó específicamente en el siglo XIX, con respecto a las fabulas o ficciones. Pero ¿qué ocurre especialmente en la actualidad, cuando la escritura de la historia ha tenido fronteras muy débiles entre lo narrativo y lo objetivo? Para Chartier simplemente se trata de poner más atención o discernimiento a las figuras retoricas, de los textos “imaginarios”.
¿Existe entonces una historia imaginaria? Bajo las formas de los discursos, hay manejos textuales de la realidad, es decir, que el autor instrumentaliza al lenguaje conforme a las necesidades recónditas a su universo de realización. En ese sentido, se puede deducir, por ejemplo, que tipos de paradigmas fueron puestos en operación para articular la puesta en intriga de una historia posible. Desde luego que esta acción escrituristica, o esta práctica cultural, en la que se circunscribe la historia, contiene en su estructuración el reflejo de una identidad particular, la que en su momento utilizo formas retoricas que le fueron asequibles, e igualmente esta identidad, paso por una motivación especifica que desencadeno un esfuerzo por utilizar de alguna forma mecanismos imaginarios a un contexto especifico, para validar legítimamente una comprensión de la reconstrucción del pasado a base de nociones de realidad y de verdad. Así entonces, podemos pensar en diferentes líneas del pensamiento histórico, cada cual con sus métodos, virtudes y defectos, pero sustancialmente, cada una con su imaginación histórica. Por ejemplo, en Alemania la historia de la vida cotidiana existencial, en Italia la microhistoria, en Inglaterra con sus muy rigurosos conceptos y categorías, la historia social.
Probar lo verdadero en los hechos que se reproducen en el imaginario social
Toda imaginación histórica o método histórico posee el afán de probar acerca de la veracidad de tales o cuales hechos en el pasado. En la historia moderna, esta acción de probar, corresponde a la sustancia de credibilidad para con lo ocurrido, del que cualquier enunciado histórico trata de explicar. ¿Pero, como logra esto la historia, o mejor dicho cuales son sus bases de verdad en las que se realiza la historia? Un ejercicio “correcto para con los documentos”, así como técnicas, métodos y análisis de los “materiales históricos”, y cientificidad sobre todo, conforman la situación textual de lo que estará históricamente calificado. La historia posible tendrá entonces su régimen de autenticidad, si logra cuajar todos los elementos impuestos para que ésta no sea considerada simplemente como una fabula. Es de resaltar el papel desempeñado por la historia en el seno de la cultura humana, puesto que fundamentalmente en la escritura de la historia podemos distinguir de manera nítida particularidades en el hacer posible, propiamente al conocimiento histórico. El tiempo por su parte, se deja entrever en las formas de hacer historia, por que ella (la historia), tiene en sus entrañas códigos operacionales que configuran y verifican que de ella no se obtenga otra cosa que no sea progresivas constataciones de verdad.
La posibilidad de una historia de la lectura
Chartier para emprender una historia de la lectura propone de entrada la creación de un campo de interpretación que contenga primeramente un análisis de los textos, y posteriormente una historia de los libros. Pero fundamentalmente y en operación conjunta con las dos condiciones anteriores se sitúa el análisis de las prácticas culturales devenidas de la lectura. Su estudio de las sociedades del Antiguo Régimen por medio de los textos que circularon durante los siglos del XVI al XVIII, emprende una consideración directa a las prácticas culturales de la lectura, de hecho halla en estas prácticas un espacio de sociabilidad, que le es legitimo al autor para formular su historia de la lectura. Con ello además prueba que las ideas son capaces de ir modificando a las sociedades, las cuales indudablemente se hallan solamente en las posibilidades que el entorno y el momento histórico les otorgan como poder hacer, tal o cual cosa, tal o cual texto, o lectura. No es muy difícil entenderle a Chartier como funcionan, según su método, las comunidades de escritores, es decir el mundo del texto, en relación reciproca con los intérpretes, es decir el mundo de los lectores.
No todos leen igual
La lectura como práctica social es muy variable. Siempre una lectura dependerá su comprensión del lugar y el tiempo en que se efectué la lectura. Pero fundamentalmente, de los grupos sociales que consuman a los textos. No todos los lectores por igual pueden apropiarse y recibir del mismo modo las significaciones emitidas del texto hacia su respectivo receptor. En el seno de cualquier sociedad, para que se produzca un texto, el autor necesariamente tuvo que participar de sus (históricas) y correspondientes condiciones de comprensión. En general, la lectura y los textos en sus múltiples expresiones no dejan sino ver una pluralidad de costumbres de cómo escribir y como leer, e incluso de como puede ser posible analizar el espacio de la lectura. En efecto este método es fundamental para poder distinguir que tipos de comunidades de lectores existen, y sí las practicas escrituristicas formulan tensiones y contradicciones, en el momento en que la obra obtiene la recepción en el mundo del lector.
Una historia rígida contra una historia flexible y creativa
El capitulo 2 del libro llamado el mundo como representación, que se titula el mundo como representación, trata de explicitar coherentemente como las funciones operacionales, o principios de inteligibilidad de la historia, que han girado en contra de una comprensión de la totalidad social de parte de la historia, optan por no seguir paradigmas cuya rigidez jerarquice las practicas e incluso las temporalidades, para dar lugar a “otra manera de descifrar a las sociedades”. Chartier parte de la premisa de que no puede haber practicas o estructuras, si las sociedades (contradictorias) no producen representaciones sociales por “las cuales los individuos y los grupos den sentido al mundo que les es propio”. Los discursos sociales, circulando de manera textual, pueden ser interpretados específicamente desde la particularidad de su tiempo, así como del lugar en que se producen, y las posibilidades de su conocimiento que logran desarrollar para un momento histórico, claro todo ello en plena vinculación con los órdenes metodológicos y los regímenes de autenticidad de la historia posible. En resumen, la sociabilidad a partir de la lectura, no solamente es un hecho, sino que el propio mundo de la lectura, y el mundo de los textos configuran la realidad, en lugares y tiempos, que le pertenecen a la historia, y que Chartier reclama estos objetos de análisis para posibilitar su operación historiográfica.
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